Rodrigo Delgado, presidente de la Asociación Chilena de Municipalidades, expresó días atrás que la elección de gobernadores regionales debe ser postergada, y que esos recursos se debiesen destinar a la crisis sanitaria. Ya en enero, sin esta crisis de por medio, Germán Codina, expresidente de la asociación, había promovido esta postergación. En ese momento acusó que «hay un espacio para el clientelismo político», como si los municipios estuvieran exentos de ese riesgo.
La elección de gobernadores regionales ha sido criticada por múltiples razones. Las de orden técnico señalan que las atribuciones que se les están encomendando son limitadas, lo que podría provocar una descentralización política colmada de frustraciones, como lo hemos intentado desde 1925. Otras razones son interesadas. Para una cantidad de parlamentarios esta elección es incómoda, pues quien salga electo terminará con un potencial electoral del cual ellos carecen.
Esa es quizá la misma razón por la cual un número importante de alcaldes nunca se ha sentido a gusto con esta elección. Pero en su caso hay otra. La descentralización efectiva en los gobiernos regionales naturalmente restará protagonismo a los municipios y, en particular a los alcaldes. Un sensato debate acerca de la descentralización exige que algunas materias sean gestionadas a nivel regional y no local, sencillamente por la eficacia de las acciones y por una representatividad que excede los límites comunales.
La crisis actual es quizá el mejor ejemplo de la necesidad de niveles de reacción diversificada en los territorios, como ya lo demostraron el 27-F y la gestión de episodios críticos de contaminación atmosférica. En un sistema fuertemente centralizado como el chileno, los errores de la autoridad nacional pueden ser altamente costosos, lo que genera incentivos para que alcaldes, sin ningún tipo de atribuciones sanitarias, trivialicen la gestión pública con acciones que solo son útiles para sumar apariciones en matinales.
El debate de cómo distribuir competencias en tiempos de pandemia está en el corazón de los sistemas unitarios, federales, regionalizados o autonómicos por estos días, como lo demuestran las tensiones en Reino Unido, Estados Unidos, Brasil, México, Francia, Italia, España y en la ordenada Alemania de Merkel. Todos se caracterizan por las disputas entre las autoridades nacionales y territoriales en la gestión de la pandemia.
Por eso deberíamos observar con sospecha a los promotores de la postergación de la elección de gobernadores regionales. Esta crisis está demostrando más que nunca que la región es una unidad territorial que debe ser fortalecida precisamente para los tiempos difíciles, unos que no se agotan con el covid-19.