Ayer, los resultados de la elección presidencial estaban claros poco más de una hora después del cierre de las mesas; el candidato derrotado llamó al Presidente electo, y más tarde el Presidente Piñera felicitó telemáticamente al Presidente Boric. En noventa minutos, las fortalezas institucionales y las tradiciones republicanas se vieron expresadas, las mismas que días antes habían sido puesta en dudas. Un reflejo de que las instituciones deben estar sobre los personalismos.
Todo esto fue posible porque nuestro sistema electoral descansa en ciudadanos que cumplen sus deberes públicos concientes de que las elecciones limpias y transparentes dependen de ellos; en un Servicio Electoral que implementa cada proceso con una notable capacidad de gestión, y en las familias que viven los domingos de votación como una verdadera liturgia colectiva.
En enero de 2019, Jared Diamond publicó ‘Crisis’, un libro que generó polémicas y discrepancias por su enfoque. La pregunta que trataba de resolver era por qué determinados países lograban sortear sus crisis estructurales con éxito, evitando el abismo. Para ello utilizó la analogía con las crisis personales, algo así como «la psicología de los países». Esto se traducía en tratar de explicar cómo estos asumen sus responsabilidades, la manera en que aprenden del pasado y la forma en que se adaptan a sus adversidades. El autor relata los procesos de siete países que evitaron el precipicio al recuperarse de sus trances. Uno de ellos es Chile, y la forma en que el retorno a la democracia trató de hacerse cargo de la fractura provocada por el golpe de 1973 y los crímenes de la dictadura.
Diamond advirtió en su texto que el caso de Chile demostraba que, pese a su sólida tradición democrática durante el siglo veinte, ‘la polarización política y la falta de negociación y búsqueda de acuerdos desembocaron en violencia y en el establecimiento de una dictadura que pocos fueron capaces de prever’.
Meses después de la publicación de este libro estalló nuestro octubre y, a partir de éste, el temor de una generación a que la ‘polarización política’ reprodujera una historia ya contada. Pero, pese a todo, el pasado nos hizo recordar que los acuerdos, especialmente los trascendentes, son útiles para salir de los momentos difíciles. El pacto de noviembre de 2019, que ha permitido el desarrollo del proceso constituyente en el que nos encontramos, es quizá el mejor ejemplo de ese aprendizaje.
Gabriel Boric fue protagonista de ese acuerdo, permitió viabilizar la salida a una crisis y disputó con lealtad unas elecciones impecables. Desde ayer es el Presidente electo. Todo esto nos recuerda la relevancia de las instituciones republicanas y la importancia de actuar con responsabilidad democrática.