Quizás aún no entendemos la importancia de la elección de este fin de semana. Es posible que la pandemia, los errores del Gobierno, la farandulización de la política y la incertidumbre sobre el futuro nos impidan comprender en su total dimensión a qué nos enfrentamos. Pasarán algunos años hasta que eso suceda. Pero quizás mirar al pasado sea útil para motivar nuestros pasos en esta elección.
Como tantas veces se ha dicho, nunca hemos tenido la posibilidad de escribir una Constitución en democracia, con plena participación y sin exclusiones de ningún tipo. Desde nuestra independencia, los textos constitucionales fueron elaborados por ilustrados, grupos de interés, propietarios, hombres, sin deliberaciones públicas y con exclusión de pobres, analfabetos, mujeres y pueblos originarios. Hasta ahora, en nuestra tradición constitucional, otros han decidido lo que creen conveniente para todos, por cierto, bajo la idea que las cosas importantes, como la Constitución, son un asunto reservado para los que saben.
Es correcto afirmar que mucho se ha avanzado, especialmente en los últimos cien años, y que varias de las reglas que disponemos hoy son fruto de acuerdos de la política democrática bajo la Constitución de 1925. El país no comenzó con el texto de 1980, eso es concederle un privilegio que no merece.
Per, ¿por qué votar entonces este sábado y domingo? Porque hay algo más que disponer de reglas distintas a las diseñadas por la dictadura. Votar esos días es una manera de honrar a quienes por décadas han luchado contra todo tipo de discriminaciones, los que han abogado porque nuestra vida cotidiana esté inspirada en los valores de la democracia y por los que han muerto con esa esperanza. Y no hablo de aquellos que están en los libros de historia. Me refiero a quienes nos enseñaron que el voto libre, secreto e informado, es la mejor herramienta para resolver nuestras diferencias, fijar un destino común y, por un día, ser genuinamente iguales. Es el profesor que en la escuela enseñó a sus estudiantes la importancia de decidir juntos. Son los ancianos que honran ese acto vistiendo sus trajes porque una elección es un día que merece la solemnidad de las mejores fiestas. Es la amistad rota porque no supimos tolerar desacuerdos legítimos y nuestros egos nos impiden decir lo siento.
Por eso vota. Este fin de semana cada uno recurrirá con sus temores y esperanzas. El próximo lunes conoceremos a las 155 personas que deben honrar ese compromiso. Sus deliberaciones no cambiarán la contingencia sanitaria y económica, pero escribirán el pacto social que regirá a esta y las siguientes generaciones. Porque no debemos olvidar, como señaló Irene Vallejo, que el futuro avanza siempre mirando de reojo al pasado.