El Gobierno reveló, para la discusión del presupuesto, una proyección de la deuda pública que a primera vista parece tranquilizadora. Como porcentaje del PIB, la deuda aumentaría desde 35% a fines de 2021 hasta un máximo de 39,6% en 2024; para, luego, decrecer gradualmente.
Los congresistas habrán pensado, ¿por qué tanto alboroto con la situación fiscal? La deuda se estabilizará en niveles por debajo de los estándares regionales, coherentes como para mantener con holgura el grado de inversión de nuestra clasificación de riesgo soberano.
La proyección, sin embargo, es altamente preocupante porque, para lograr el resultado, supone que el gasto fiscal disminuirá entre 2022 y 2025. El supuesto es coherente con una disminución del balance estructural de un punto del PIB anual hasta 2025, algo bastante inverosímil. Con excepción de 2022, desde 1990 el gasto ha aumentado cada año. Y, cuando menos lo ha hecho, ha aumentado en 2 o 3%.
Promesas de una futura dieta
Los que sufrimos con el exceso de peso sabemos lo difícil que es mantener una dieta. La disciplina se testea cada día y es tentador abandonarla. Ahora bien, resulta mucho más difícil de cumplir si, en medio de un asado, hacemos la promesa de comenzar una dieta estricta el mes entrante.
El presupuesto 2022 da un paso importante al eliminar los enormes gastos del IFE y otros asociados a la pandemia. El ajuste es relevante y corresponde felicitar al Gobierno y al Congreso. Pero, siguiendo con el paralelo dietético, solo estamos dejando el muffin que acompaña el café de media mañana. Si queremos evitar problemas fiscales, lo más difícil viene más adelante: achicar porciones, reducir los carbohidratos, contar calorías.
El Consejo Fiscal Autónomo (de los legados más relevantes del gobierno) presentó, hace algunos meses, proyecciones alternativas para la evolución de la deuda, suponiendo avances más lentos en la disminución del déficit estructural de los que supone el Gobierno. En algunos casos, la razón deuda a PIB podría aumentar rápidamente a niveles problemáticos.
Por ejemplo, el CFA estima que, si se avanzara en disminuir el déficit estructural esperado para 2022 de 3,9% del PIB en cuartos de punto del PIB por año, en 2027 la deuda (bruta) se ubicaría sobre 50%. Cabe notar que el CFA es optimista y supone un crecimiento de entre 2,7 y 2,9% para los próximos años, algo que será difícil de alcanzar.
El plan de hacer una dieta cada vez más estricta se ve difícil de cumplir.
Deuda fiscal 101
Los países que enfrentan problemas de deuda pública siguen, con especial interés, el llamado resultado fiscal primario, que corresponde al resultado fiscal excluyendo el pago de intereses. En la jerga de las finanzas corporativas, algo así como el Ebitda del Gobierno.
La razón es que existe una relación simple y precisa entre el superávit primario coherente con mantener una razón deuda a PIB constante, es decir, estabilizar la deuda pública. Esta relación está mediada por dos variables: el crecimiento económico y la tasa de interés. A mayor crecimiento (menor tasa de interés) se necesita un menor resultado primario para lograr el objetivo.
Existen, además, interacciones que pueden complicar la situación. Por ejemplo, una mayor razón deuda a PIB puede empujar al alza las tasas de interés, lo que obligaría a hacer un esfuerzo primario más elevado para estabilizar la deuda.
La dura realidad
Estamos tan acostumbrados a que la deuda no sea un problema que ni siquiera se informa el resultado primario como una variable relevante. Con los antecedentes públicos, se puede estimar que en 2022 habrá un déficit fiscal primario del orden de 2% del PIB.
Si la tasa (en UF) fuera de 3% y el crecimiento de 2% por año, entonces, para estabilizar la deuda en 50% del PIB, es necesario tener un superávit primario equivalente a 1% del PIB.
Es decir, luego de la caída de gasto de 2022, necesitamos aún 3 puntos del PIB de ajuste fiscal para poder estabilizar la deuda en 50% (sin considerar las anotaciones que aumentan la deuda y no se contabilizan en el presupuesto y que rondan 0,5% del PIB cada año).
Si suponemos que los mercados se ponen nerviosos y nos cobran una tasa de interés de 4% por prestarnos y, además, tenemos un modesto crecimiento de 1%, entonces necesitamos un superávit primario de 2%.
La incómoda verdad es que para estabilizar la razón deuda a PIB necesitamos un ajuste fiscal adicional significativo en los próximos años. Con ese cuadro, más vale encontrar financiamiento seguro para el significativo gasto que significa el proyecto de la Pensión Garantizada Universal. En palabras del CFA, ‘lo prudente es asegurar ingresos permanentes por un valor al menos equivalente a 0,95% del PIB anual en régimen para financiar de manera sostenible la PGU’.
El sobrepeso, lamentablemente, no se soluciona con la promesa de una futura dieta. Por el contrario, esas promesas suelen esconder, o postergar, el problema.