“Los expertos de este país no saben cómo vive la gente como yo”. Un 84% de los encuestados por IPSOS en Chile, para su estudio “Sentimiento de Sistema Roto” está de acuerdo con esta afirmación. Aumentando 14 puntos porcentuales respecto a la medición anterior (2019) y con casi veinte sobre el promedio, Chile lidera las naciones encuestadas en este ítem. La distancia que los chilenos y chilenas perciben hacia los técnicos se enmarca, sin embargo, en un Contexto más amplio de desconfianza hacia las élites, pues el mismo porcentaje de los encuestados considera que la principal brecha social es entre ciudadanía y elites.
Estos datos respaldan una percepción instalada: el mundo técnico se ha venido deslegitimado progresivamente ante la ciudadanía. Para quienes somos parte de instituciones que buscan contribuir a mejorar las políticas públicas desde la evidencia, esta encuesta nos recuerda que nuestro trabajo, por más excelente que pueda considerarse a nivel técnico, corre el riesgo de caer en el vacío si es que se mantiene aislado de las experiencias vitales de las personas.
En ese sentido, todos quienes procesamos la realidad mediante métodos científicos, debemos preguntarnos cuál es nuestra cuota de responsabilidad en este estado de las cosas. En primer lugar, habría que evaluar nuestra relación con la política, pues las propuestas técnicas no ingresan a la realidad de las personas directamente, sino que requieren su mediación. La verdad sea dicha, la política ha venido mostrando crecientemente incluso hostilidad ante la evidencia. Un buen ejemplo de esto es el cuarto retiro del 10% que el Parlamento se apronta a discutir, pese a las taxativas advertencias sobre los calamitosos efectos que tendría.
Si bien la política debe sopesar múltiples variables que sobrepasan lo meramente técnico, este comportamiento excede con creces los conflictos e intereses personales o corporativos que son consustanciales a ella, para convertirse en un cortoplacismo electoral francamente descorazonador. Quienes respaldan este nuevo retiro omiten que alrededor de dos millones de cotizantes ya no tienen fondos para jubilar, los que aumentarían a 5 millones luego de este retiro. A lo anterior se suma el impacto que tendrá en los precios y cómo aquello afectará directamente a los más pobres, los mismos que ya no tienen qué retirar.
Así, este caso nos recuerda que técnicos ignorados por la política están condenados a la irrelevancia y que políticos desvinculados de la técnica solo pueden empeorar los problemas que dicen querer solucionar. Por su parte, la ciudadanía desconfía de unos y otros. Es tiempo ya de que técnicos y políticos asuman su parte de responsabilidad y hagan los cambios necesarios para enmendar este rumbo, el cual solo beneficia a quienes les importa únicamente reinar, aunque sea sobre las cenizas.