Esta semana, la mayoría de las comisiones de la Convención Constitucional empezará el proceso de deliberación. Han sido seis meses de trabajo para llegar a este punto. Primero, las reglas de funcionamiento interno, luego, un proceso de audiencias públicas, mientras las y los convencionales acordaban propuestas transversales que ahora se expondrán en las respectivas comisiones.
El concepto de deliberación ofrece un resultado incierto. Requiere una postura crítica (que implica incluso la nada fácil capacidad de desenamorarse de las ideas propias), y la ponderación responsable de valores y potenciales consecuencias de las decisiones que se adopten. Por esto, el proceso de deliberación tiene riesgos.
El primero es el exceso de moralización, porque condena o sacraliza las posturas en debate, previo a la discusión de sus argumentos. Algo se ha visto en la discusión sobre unicameralismo y bicameralismo, por la visión crítica hacia el Senado actual, que genera el rechazo de plano al bicameralismo. Es un error traspasar las supuestas falencias del actual Senado a una organización del Poder Legislativo en dos cámaras. La deliberación podría visibilizar las virtudes del bicameralismo con una disposición de reglas distintas a las actuales, o bien reafirmar las virtudes del unicameralismo.
Otro riesgo es la falencia técnica. Indudablemente, muchas propuestas que se presenten las tendrán. Pueden existir propuestas confusas, que hayan llegado a formalizarse después de conversaciones entre colectivos que no cuajaron bien. Otras harán ver, en un inicio, que la construcción de una Constitución tiene partes incoherentes, redundantes o incluso contradictorias. Quienes participan del debate público deben estar atentos a estos errores, denunciarlos y acompañar la discusión, pero sin dramatizarlas en exceso, porque muchas de ellas tendrán fácil resolución y porque este tipo de incoherencias son normales en un proceso como este. La Convención, además se preparó para enfrentar este problema: contemplando enlaces transversales y una comisión de armonización para darle coherencia al texto constitucional.
Sin duda el proceso de deliberación ofrece, por el momento, incertidumbre en el resultado. Para muchos esa incertidumbre puede parecer una amenaza, debido a la pérdida de control sobre las normas que se acuerden, o la incapacidad de anticipar el resultado. En el segundo capítulo del estudio ‘Cómo vemos el proceso constituyente’ de Espacio Público e Ipsos, lanzada en agosto, un 37% señaló que la incertidumbre era una emoción que se sentía mucho respecto al proceso constituyente. El quórum de dos tercios, el proceso participativo que acompaña al trabajo de la Convención y las normas que los propios convencionales se han dado para realizar este proceso ofrecen garantías para la deliberación y, con ello, empezar a reducir la incertidumbre.