«Por qué decidiste seguir un segundo doctorado” me preguntaron una y otra vez durante aquella primavera del ’87, mientras me encontraba terminando mi primer doctorado, en matemáticas aplicadas, en la Universidad de Stanford, Estados Unidos.
Decidí estudiar un segundo doctorado, en economía, porque me asaltó el deseo de integrar mis intereses académicos con mis inquietudes políticas. “Los expertos en matemáticas aplicadas no participan en las decisiones importantes para los países”, respondía más de un profesor que intentó disuadirme.
No dejó de sorprenderme, entonces, cuando en agosto del ’88 Sergio Molina e Igor Saavedra me contactaran para que preparara el método con que el Comité por Elecciones Libres (CEL) proyectó el resultado del plebiscito la noche misma de la votación. Había varios escenarios donde una proyección de este tipo podía ser útil. El más obvio, era un intento de fraude por parte de la dictadura, posibilidad que se rumoreó insistentemente en aquel entonces y que se ha confirmado hace poco.
Los métodos que se usan habitualmente para hacer proyecciones la noche de una elección se basan en resultados de elecciones recientes. Por motivos obvios dicha información no existía en el Chile de entonces. Tampoco servía aplicar a una muestra de mesas los métodos que se suelen usar para analizar encuestas, pues éstos requieren conocer los resultados de toda la muestra para hacer una proyección. Esto significaba esperar hasta el final del recuento de votos, con lo cual la iniciativa, conocida como “conteo rápido”, perdía todo interés.
Fue así como trabajé buena parte de septiembre del ’88 en diseñar un método que permitiera hacer proyecciones mucho antes de completar la muestra y sin usar información de elecciones previas. Además el método debía ser simple, de modo de poder aplicarlo utilizando sólo calculadoras, en caso de tener que dejar el lugar donde estaban los computadores.
Mucha gente contribuyó a las proyecciones que realizó el CEL la noche del plebiscito. Más de dos mil voluntarios a lo largo de todo Chile reportaron rápidamente los resultados de la mesa que les fue asignada. La logística correspondiente, que no fue nada de fácil dado el poco interés que tenía la dictadura en que esta iniciativa fuera exitosa, estuvo a cargo de Edgardo Mimica. Y, lo más importante de todo, un grupo de notables líderes de opinión, liderados por Sergio Molina, avaló e hizo públicas las proyecciones.
La noche del 4 de octubre trasladamos los computadores a la casa frente a la Plaza Pedro de Valdivia, donde trabajaríamos el día siguiente. Terminamos las instalaciones pasado la medianoche e hicimos una marcha blanca con los programas. Desagradable sorpresa: los resultados indicaban que había un error en alguna parte. “Que no cunda el pánico”, dijo alguien para distensar la situación. Justo en ese momento se sintieron una serie de bombazos y se cortó la luz en todo Santiago. Felizmente un rato después volvió la luz y encontramos dónde estaba el error. Ahora todo estaba listo para el día D.
Aproximadamente a las 9 de la noche de aquel miércoles 5 de octubre tuvimos resultados de suficientes mesas para hacer una primera proyección. A esa hora los cómputos oficiales indicaban una victoria del SÍ mientras la Concertación daba más del 60% de los votos al NO.
Basados en las votaciones de 386 mesas predijimos que el NO obtendría el 54.2 % de los votos, la votación final fue del 54.7 %. Más importante que la proyección misma, fue el grado de precisión correspondiente. En efecto, el método permitió afirmar, con una confianza del 99,99 %, que el NO obtendría entre un 52,3 y un 56,1 % de los votos. No cabía duda alguna, el NO había ganado.
El sábado anterior al plebiscito fui a la marcha del NO en la Norte-Sur y me encontré con Susana. El viernes después del plebiscito nos volvimos a encontrar en las celebraciones del Parque O’Higgins. Salimos por primera vez ese domingo. Eso fue hace 15 años y seguimos juntos.
Publicado el 1 de octubre del año 2003 en The Clinic.