Los sistemas de pensiones tienen dos objetivos centrales: aliviar la pobreza en la vejez y evitar reducciones bruscas en el estándar de vida al jubilar. Para evaluar cuán adecuado es un sistema en conseguir lo primero, se compara el monto de las pensiones con indicadores de carencias materiales como la línea de pobreza. Para analizar su eficacia en lo segundo, se revisan las tasas de reemplazo, esto es, la pensión como fracción del salario previo a la jubilación.
El sistema de pensiones chileno otorga pensiones insuficientes y necesita urgentemente una reforma. Pero dada la estrechez fiscal, hay que evaluar muy bien quién percibe esas pensiones insuficientes, porque una pensión baja en monto no siempre es una pensión baja en tasa de reemplazo. Por el lado de los montos, de acuerdo a la Superintendencia de Pensiones, la pensión de vejez que financia un trabajador alcanza hoy los $204 mil al mes, monto que sube a $228 mil al agregar los aportes del Pilar Solidario. Si bien este monto no alcanza a cubrir la línea de pobreza en un hogar de dos personas, es un hecho que la incidencia de la pobreza entre las personas mayores de 60 años es más baja que el promedio (4,5% versus 8,6%), y mucho más baja que la de niños (15% de 0 a 3 años y 13,6% de 4 a 17 años). Por el lado de las tasas de reemplazo, las estimaciones de Paula Benavides y Rodrigo Valdés muestran que la pensión que financian los trabajadores con sus ahorros obligatorios alcanza solo al 20% del último salario en la mediana.
En el caso de las mujeres, esta cifra es apenas del 12%. Considerando los subsidios estatales, sin embargo, la pensión mediana se duplica del 20% al 40% de la última remuneración. Esto es, la mitad de los recursos con los que cuentan los jubilados en Chile proviene de aportes del Estado. Ello es más significativo entre las mujeres: su pensión con subsidios más que se duplica, subiendo al 29% del último salario al considerar los recursos del Pilar Solidario. El mismo estudio muestra diferencias importantes en las tasas de reemplazo por quintiles de pensión. En efecto, las personas en el quintil de pensiones más bajas alcanzan con sus ahorros una tasa de reemplazo de apenas el 14%, pero que se empina al 110% al incorporar los recursos del Pilar Solidario. Esto es, el monto de la pensión (en pesos) es bajo, pero es mayor que los ingresos que se tenían al jubilar. Al llegar al cuarto quintil de pensiones, sin embargo, la tasa de reemplazo autofinanciada cae al 26%, y al 35% con fondos del Pilar Solidario. Esta caída es aún más relevante entre las mujeres de ese quintil: con subsidios la pensión mediana apenas representa el 25% del salario previo a la jubilación. No se trata de personas ricas, sino de personas de clase media.
Esto es, una mujer que ganaba un millón de pesos al mes, hoy accede a una pensión de $250 mil. El proyecto que se discute hoy en el Congreso pone énfasis en las pensiones más bajas medidas en pesos; esto es, fortalece el Pilar Solidario. De aprobarse, una mujer de 70 años en el primer quintil de pensiones, en régimen, verá su pensión subir en 10 puntos porcentuales (de 96% del último salario a 106%). Pero una mujer en el cuarto quintil —la mujer con pensión de $250 mil— verá su tasa de reemplazo subir del 25% al 31%, a no ser que los subsidios por cotizar más tiempo y atrasar la jubilación que ofrece el proyecto cambien de manera sustancial su comportamiento. Pero eso es improbable dada la escasa respuesta de las personas a subsidios pequeños a la jubilación como muestran los estudios académicos.
Esta mujer de 70 años en el cuarto quintil hubiese preferido la aprobación de la propuesta que hizo el segundo gobierno de Bachelet y que no alcanzó a discutirse en su integridad en el Congreso. Ese proyecto elevaba las pensiones de todos los jubilados actuales y de trabajadores por jubilarse en un 20% del monto autofinanciado, siempre que hubiesen cotizado. La tasa de reemplazo de la mujer del ejemplo se habría elevado del 25% al 43% por este solo efecto, 12 puntos más que bajo el actual proyecto en discusión. A ello se sumaban beneficios importantes asociados a atrasar la jubilación (en particular, igualaba la pensión base de la mujer a la de un hombre con igual saldo en su cuenta individual), sin perder eventuales subsidios del Pilar Solidario como sucede con el proyecto que se discute hoy. Sin embargo, la propuesta de Bachelet hubiese subido marginalmente las pensiones (bajas en montos, altas en tasa de reemplazo) de una mujer de la misma edad pero en el primer quintil.
A mi juicio, esta es la tensión más grande de una reforma de pensiones: ¿A quién dar más recursos? ¿A quienes tienen bajas pensiones en monto, pero tasas de reemplazo en torno al 100%? ¿O a quienes tienen mejores pensiones en monto total, pero bajas en relación con el salario previo? Es caro llegar a la clase media con el Pilar Solidario e ineficaz hacerlo con incentivos. Por ello, el proyecto de la administración actual, de aprobarse, favorecerá a los pensionados más pobres, pero dejará pendiente el problema de la clase media, de las personas que pagaron los costos de la transición del sistema antiguo al actual en los años 1980. ¿Qué camino seguir? Esa es una discusión política que deberá zanjarse en el Congreso.