En un país imaginario, el resultado de dos elecciones municipales seguidas termina con el 80% de la población votando en blanco. Las autoridades políticas se quedan atónitas, preocupadas de estar frente a una insurrección o a una conspiración a nivel nacional. En la cabeza de los líderes de los partidos, y sobre todo del gobierno de derecha, “alguien” tiene que estar detrás de estos eventos. No creen que sea posible que miles de personas, de forma individual y sin más coordinación, decidan votar en blanco; que un movimiento como este sea capaz de agrupar a personas de distintas posturas ideológicas y clases sociales. El gobierno, desesperado, recurre a medidas autoritarias para tratar de controlar la situación, pero sin atender a sus causas ni orígenes.
Este país imaginario es parte del libro Ensayo sobre la lucidez, de José Saramago. El premio Nobel escribió este relato a continuación de su Ensayo sobre la ceguera, en que una pandemia azotaba a la humanidad dejando a la gente ciega. Sin entrar a contar el final, su historia se asemeja mucho a las reacciones que hemos visto en estos últimos días a los eventos de octubre de 2019. Primero fue el debate sobre si el estallido era o no un golpe de Estado; siguió con el foco en los eventos de violencia, y continúa con las críticas a quienes tomaron una u otra postura durante los eventos. De las causas y orígenes se ha hablado poco y nada.
El Ensayo sobre la lucidez es una propuesta pesimista sobre el estado de la democracia y el poder. Relata una élite política de todos los colores, incapaz de anticiparse a las necesidades y anhelos de la ciudadanía. Peor aún, nos enseña que la respuesta más probable a esa ceguera es el autoritarismo, la fuerza, el orden. Ese es el mismo pesimismo que queda al mirar cómo nuestra propia élite, de todos los sectores, mira estos cuatro años y los procesos iniciados desde 2019. En especial entre quienes promueven la idea de que todo fue una ilusión temporal que debemos dejar atrás; a los ojos de esos sectores deseosos de restablecer un orden perdido, estos cuatro años son una derrota.
Pero los síntomas y problemas que dieron origen al estallido social siguen ahí: la creciente desigualdad política y económica, el fracaso de los actores políticos en comprender e intermediar entre la ciudadanía y las instituciones, la ignorancia sobre qué es lo que la ciudadanía necesita y busca, entre otras. Incluso en los sucesivos procesos constituyentes hemos visto que los representantes electos han operado con poco aprecio a los anhelos ciudadanos. Mientras las encuestas muestran consistentemente que la gente espera acuerdos, los dos órganos electos se han comportado de manera contraria, defendiendo sus propias ideas, sin mucho interés en buscar consensos.
El libro de Saramago habla de un país imaginario, con partidos políticos imaginarios, después de una pandemia imaginaria. Pero fácilmente podemos imaginar cómo sus postulados coinciden con un país real, con partidos políticos reales y una pandemia real. La clave es no repetir los mismos errores de la ficción.