El cuarto capítulo del estudio “Cómo vemos el proceso constituyente: miradas a un proceso histórico”, de Espacio Público e Ipsos, entrega datos en la misma línea en que otras encuestas de opinión pública han testeado las percepciones sobre el trabajo de la Convención: disminuye la identificación con las emociones positivas y las expectativas sobre el resultado del proceso se polarizan.
Pero en los datos es posible observar, también, algunas claves que podrían revertir esta suerte de opinión crítica que ha ido creciendo sobre el trabajo de la Convención. En primer lugar, el tono del debate y la celebración de los grandes acuerdos. Consistentemente, 80% de la población nos ha dicho, en los cuatro capítulos de este estudio, que prefiere una actitud tendiente a “negociar acuerdos, aunque implique ceder o renunciar en algunos temas” por sobre “no ceder, aunque entrampe la discusión”.
Este dato lo hemos leído como una suerte de mandato ciudadano al clima que debiera imperar en la Convención. Sin embargo, la apreciación de que esta actitud es la predominante no es mayoritaria, ya que 70% de la población señala que, hasta el momento, la actitud que ha observado en la mayoría de los convencionales es la de no haber cedido en sus posiciones.
Independientemente de las causas de esta percepción, y su correlato con lo que realmente ha sucedido en la deliberación entre constituyentes, la percepción de intransigencia puede estar relacionada con la evaluación que la ciudadanía hace de la representatividad de la Convención. Ésta ha caído significativamente en la última medición, de alrededor de 60% que consideraba que sí era representativa de la diversidad de la sociedad chilena en las mediciones anteriores, a 41% que actualmente lo considera. La baja significativa en este indicador de legitimidad se da incluso entre quienes se identifican con la izquierda.
Es interesante observar en los datos que el 91% de quienes dicen que la Convención no es representativa piensan que los convencionales no han cedido en sus posiciones. La evaluación negativa de esa vocación por grandes acuerdos inevitablemente se relaciona con la imagen de representatividad de la entidad.
Además de reforzar los amplios consensos que se han alcanzado en el debate al interior de la Convención, otra clave que podría revertir el desgaste de la imagen del proceso constituyente tiene que ver con la presencia de las y los convencionales en sus territorios. Debido a la premura que los plazos han impuesto al debate constitucional, la Convención ha suspendido las semanas territoriales, lo que probablemente también ha hecho disminuir la presencia de los representantes en medios de comunicación locales, o en diálogos con sus comunidades más allá de los grupos de soporte cercanos. Preguntamos por el nivel de conocimiento de los convencionales de su distrito y 53% de la población conoce a al menos uno de ellos.
El dato es relevante pues se observan diferencias importantes entre el grupo que no conoce a ningún convencional de su distrito y el que conoce a al menos uno, en varios aspectos del proceso. Por ejemplo, 29% de quienes no conoce a ninguno de los convencionales de su distrito dice estar nada informado del proceso, a diferencia de sólo el 5% de quienes conoce a al menos un convencional que dice estar nada informado.
Una relación menos evidente es respecto de las expectativas, ya que el 55% de quienes conocen a al menos un convencional tiene expectativas positivas de cambio, a diferencia de lo que ocurre entre las personas que no conocen a sus convencionales, entre las que sólo el 39% tiene expectativas de cambio positivas. También, el 53% de quienes conocen a al menos un convencional de su distrito, considera que la Convención representa de buena manera la diversidad de la sociedad chilena, mientras entre quienes no conocen a ningún Convencional, esta cifra alcanza sólo 27%. Por último, el 38% de quienes conocen a al menos un constituyente confía en la Convención, mientras entre quienes no conocen a convencionales de su distrito, esta cifra solo llega a 24%.
La presencia de los convencionales en sus territorios, y por consecuencia el nivel de conocimiento que la población tenga de ellos, puede ser un aspecto importante sobre las percepciones de la población acerca del proceso.
La tercera clave es la participación. El nivel de información sobre los mecanismos de participación contemplados por la Convención se ha estancado, no existiendo diferencias significativas respecto de la medición de enero, a pesar de estar en pleno desarrollo el proceso deliberativo. Además, la evaluación positiva del desempeño de los convencionales en los aspectos relacionados con su apertura al diálogo con la ciudadanía disminuye 10 puntos. Del mismo modo, la evaluación positiva de la inclusión de la ciudadanía en el proceso baja de 28% a 18%, quebrando la tendencia al alza que habíamos observado en las entregas anteriores.
Quienes tienen expectativas de cambios positivos, evalúan, en promedio, con nota 4,6 el nivel de inclusión de la ciudadanía en el proceso, mientras que quienes tienen expectativas negativas, evalúan con nota 2,6 el nivel de inclusión de la ciudadanía. La relación entre participación y expectativas de cambios positivos o negativos con el proceso constituyente es una relación que se observa claramente en los datos.
Han circulado en el debate público una serie de explicaciones sobre la pérdida de confianza en la Convención y el aumento de las percepciones críticas a su trabajo que se observa en varias encuestas en los últimos meses. Ellas van desde campañas de desinformación articuladas por grupos asociados al rechazo, a errores comunicacionales de la Convención. Para el trabajo de la Convención, y la conducta de los convencionales convencidos de la importancia del proceso, parece recomendable prestar atención a las tres claves expuestas aquí: disposición para lograr grandes acuerdos, presencia territorial y motivar la participación en diversos aspectos formales e informales que contempla el proceso.