A partir de prioridades de gasto (pensiones, salud, seguridad ciudadana, cuidados y sala cuna), que suman 2,7% del PIB, se plantearon tres ejes para trabajar: (i) transparencia y eficiencia en el Estado; (ii) impulso al crecimiento, con 38 propuestas en inversión, productividad y formalidad; y (iii) fiscalización del cumplimiento tributario y reforma al impuesto a la renta. La hoja de ruta es un trabajo valioso, con perspectiva de mediano plazo y es un buen punto de partida para construir acuerdos y abordar los retos de un desarrollo inclusivo y sostenible.
Es importante valorar el compromiso transversal que se ha alcanzado con la responsabilidad fiscal y con la regla de que gastos permanentes requieren ingresos permanentes. Por lo mismo, la necesidad de un pacto fiscal no debiera estar en duda. El punto de partida proyectado para 2023 es un déficit estructural de 2,1% del PIB. Salvo excepciones puntuales, llevamos casi 15 años de déficit estructural y un aumento sostenido de la deuda pública y, hacia adelante, incluso sin reformas, las presiones de gasto en pensiones y salud serán sustanciales por el envejecimiento de la población. Faltan recursos fiscales para las necesidades que tenemos y, a la vez, necesitamos construir un círculo virtuoso con el crecimiento.
Mejorar la eficiencia del gasto e impulsar el crecimiento será fundamental, pero no suficiente. Se requiere avanzar oportunamente en las tres dimensiones planteadas. Si bien son legítimas las diferencias sobre el peso de cada una de estas, o las medidas específicas del pacto, su necesidad y los objetivos planteados no debieran tener color político. El Ejecutivo ha mostrado además apertura para resolver diferencias con evidencia técnica y acuerdos, convocando a una comisión transversal para dimensionar los dividendos del crecimiento y consultando a un organismo internacional sobre los espacios de eficiencia.
El bloqueo del sistema político no debiera impedirnos ver la oportunidad que tenemos. Por el contrario, si seguimos atrapados en una mirada de corto plazo y en la polarización, crecerá la frustración de la ciudadanía ante la imposibilidad de que las instituciones canalicen sus demandas. Por eso, le haría bien al país que todos los sectores se sumaran a la invitación de construir un pacto fiscal, con todas las dimensiones que lo componen y con un debate enriquecido por las miradas del oficialismo y la oposición. Esta es una conversación necesaria, en la que debemos avanzar oportunamente con la generosidad política de todos.